Nieve, llueva o truene. No hay fenómeno meteorológico que frene el trabajo diario de los viticultores de Cariñena. Cuidan y miman cada viña como si fuera única. El resultado de este duro y constante esfuerzo es un vino incomparable. Las piedras son un elemento inerte y más bien incómodo, pero estos trabajadores han conseguido sacar el mejor sabor de lo que parecía un inconveniente y convertirlo en el factor de su éxito. Una tierra pedregosa, pero plagada de vida, de viñas y de grandes historias.
¿Cómo a partir de unas tierras pedregosas se pueden elaborar unos de los mejores vinos del mundo? Esa es la esencia de El Vino que Nace de las Piedras, lema que identifica toda la producción de la Denominación de Origen Protegida Cariñena. Así se demuestra que el buen vino puede emanar del lugar más inesperado.
El Vino que Nace de las Piedras, se cultiva en un entorno agreste, en un territorio dedicado a la viticultura desde tiempos remotos. En los 16 municipios que integran la mayor y más antigua Denominación de Aragón, los terrenos y las altitudes se entremezclan dando al paisaje una gran variedad de olores y colores. Sin embargo, las piedras no faltan en ningún escenario y obligan a las viñas a sobrevivir en condiciones casi extremas. El resultado son uvas más concentradas e intensas, y mucho más aromáticas que las que se cultivan en otras tierras.
He aquí el secreto mejor guardado de la D.O. Cariñena: sus piedras, sus campos, su entorno y la dedicación de un territorio que vive por y para la tierra. Con una peculiaridad única en el mundo, como dar nombre a una variedad de uva: Cariñena. Una variedad autóctona, como también lo es la garnacha, que encandila en la actualidad a medio mundo.